Un amigo…
   El autobús en que viajaba estuvo a punto de accidentarse, al descender de este, un motociclista casi le atropella, siguió su camino y casi cae a un orificio porque un obrero de la compañía del agua olvido señalizar mientras trabajaba, finalmente llegó al centro medico al que se dirigía para un procedimiento ambulatorio, el cual se complicó y tuvo que ser trasladado en ambulancia a un centro de mayor nivel, donde fui a visitarle.
   Sentado al pie de la cama le pregunté: ¿Que dices a todo esto?
y respondió: Que estoy aquí, ahora, vivo, porque mi vida no estuvo nunca en las manos del conductor del autobús, ni del motociclista, ni del obrero, ni del doctor, ni del conductor de ambulancia, sino en las manos de Dios!
   Entonces pregunté: y si el final fuese diferente y murieras en cuales quiera de las posibilidades anteriores, imaginemos le dije; en el autobús, entonces ¿Estuvo tu vida en sus manos?
   Entonces tomó un frasco de píldoras, sacó una y la puso en su mano derecha y extendió su brazo fuera de la cama, la giró y dejo caer la píldora que rodó por la habitación y se escondió debajo de una mesa.
   Y me dijo: mis manos representan la mano del conductor, esta habitación representa la mano de Dios.
  Entonces me preguntó a mi: ¿Ves la píldora ahora?
vagamente recorrí el piso con la mirada y al no verla dije: realmente no.
Entonces cerró la conversación diciéndome: si mi vida se cae de la mano del conductor o de cualquier hombre, siempre estará en las manos de Dios, y agregó: » Si no ves la píldora, que representa mi vida, es porque mi vida ESTÁ ESCONDIDA EN DIOS… (Colosenses 3:3)